La manera en la que se enfrenta a su enfermedad ya es digno de elogiar. Todo lo demás es de genio. Stephen Hawking es un personaje –voy a llamarlo así para que la gente no piense en un científico loco si digo “físico”- que siempre escuché en conversaciones, textos y documentales, pero del que realmente nunca tuve mucho conocimiento en profundidad. Sin embargo, en las últimas semanas, he leído gran parte de lo publicado por el británico y, sinceramente, me ha apasionado. No sólo él como divulgador científico, sino sus hipótesis, sus teorías. Al igual que con Hawking, todo el tema de los agujeros negros y la creación y expansión del universo me sonaba “de lejos”. La cuántica, la relatividad y algunas teorías físicas de las que habla –o escribe- sí las había conocido por la Escuela o por haber leído algunas cosillas por ahí. Sin embargo, he de reconocer que desde el primer momento, Hawking me ha tenido enganchadísimo por su manera de explicar sus teorías y cómo se había llegado a determinadas conclusiones. En “La teoría del todo” expone seis conferencias que dio en su carrera profesional, a cual más interesante.

Por otro lado, leí un libro de National Geographic en el que se explica la existencia de los agujeros negros, ahondando un poco más en las teorías de Hawkings, de Penrose y todos los físicos que han ayudado a llegar hasta donde estamos. La ausencia de luz provocada por el pozo infinito de gravedad, pero la gravedad no entendida como teníamos hasta ahora, la gravedad clásica, sino la gravedad cuántica o relativa, en la que se “juega” con un espacio-tiempo deformable y de cuatro dimensiones. La manera en la que tanto Antxon Alberdi Odriozola (quien escribe para National Geographi) como Hawking exponían los interrogantes que surgen con las nuevas hipótesis hizo que me fascinara tanto el tema y me llamara tanto la atención, que he tenido que buscar mucha más bibliografía sobre los agujeros negros y “el todo” que habla Hawking. La teoría de la existencia de un Dios “maniatado” que no tuviera poder de decisión o directamente su inexistencia por un cúmulo de consecuencias… simplemente, me dejó a cuadros. La manera en la que llega a las conclusiones es lo que más me gusta de cada conferencia, cómo reúne todo lo expuesto en las hipótesis y llega al punto en el que se pregunta “Sería, entonces, así, ¿no?”. Y te quedas con la cara de “Ajam, pues sí”. En “Historia del tiempo”, un libro cuya edición es mucho más antigua, no sólo reúne las seis conferencias, también explica la fundamentación en la que se basa con algo más de detalle.

Recreación de la imagen hipotética de un agujero negro. Se ha demostrado que es muy aproximada a la realidad.

Supongo que esa es una de las razones por las que estudié “teleco”. Desde chico siempre me “flipé” con esas maravillas de la naturaleza, que apenas percibimos y, sin embargo, dominan nuestra vida y le dan razón a nuestro ser. El electromagnetismo fue el primer gran choque con esa “ciencia invisible” que me maravilló. ¿No parece increíble que a través de unas ondas que se propagan por el aire –o el vacío- que resulta ser las mismas en las que “se propaga” la luz, podamos transmitir/enviar información? Y lo mejor de todo: no fuimos capaces de darnos cuenta de esa capacidad hasta el siglo XVIII ó XIX. Y estaba ahí. El espacio, algo más mayor, siempre me pareció algo que me encantaría conocer en profundidad, pero parece difícil cuando se van teniendo otras aficiones y otras cosas que hacer –siempre queda el twitter de la NASA, los libros de este estilo y el SATURN V de LEGO-.

Antes, lógicamente, en “Cono”, el milagro de la vida, las ciencias de la naturaleza. Pero eso, al ser hijo de biólogos, ya lo veía bonito desde que empecé a tener uso de razón. Fue la física de la secundaria y el bachillerato donde pude comprobar que no me equivocaba al haber elegido la rama tecnológica como la rama en la que iba a desarrollar mi carrera. Y aunque ahora me dedique a programar (algo que tampoco es que sea el sueño de mi vida, pero no está mal), lo que aprendí en ingeniería de telecomunicación me parece que es lo más increíble y maravilloso de la naturaleza. Su física. El avioncito vuela, sí. Pero la capacidad de transmitir la información como hemos dicho más arriba, me parece una flipada que valoramos muy poco, hasta que el Vodafone del vecino tiene menos retraso en su fibra óptica que tu ADSL de Orange y te revienta todos los goles varios segundos antes. O el cabronazo del segundo, para colmo, lo escucha por la radio y ese directamente lleva un minuto de adelanto, haciéndote pensar que está viendo otro partido y te confunden sus “Uuuyyyy!” con las jugadas que estás viendo. (Nota: Podemos “enrevesar” un poco la tecnología diciendo que, a través de internet, en Rojadirecta.com, podíamos ver un partido televisado por Al-Jazeera, que recibía el partido vía satélite y reenviaba las imágenes a la televisión por cable). Increíble, la verdad. Como la capacidad que hemos tenido en telemática de “empaquetar” la información y tratarla de forma tan asombrosa, dando hasta coraje el nivel de reglas y normativas que hay para que no se pierda ni un taconcito de Navas por la banda o un penalti mal señalado en el Bernabéu. (Nota: trivializar la comunicación a un partido de BeinSport quizás sea una manera simpática de “acercar” las telecomunicaciones y la física moderna al día a día, pero un sistema de aviónica, la circuitería de un equipo médico, el software de un Tesla autodirigido, los sistemas de tu coche, un Fiesta pelao y mondao, también están ahí).

Dentro de la carrera, todo lo relacionado con electrónica, ese desarrollo y análisis matemático de un circuito que… ¡coño!, sale “clavao”. Esas teorías de microondas propagándose en microcircuitos con lo que habías estudiado un año antes, en “Circuitos y Medios de Transmisión”. Esa pesadilla. Pero, joder, que es verdad, que la luz funciona así. Y, al final, da hasta coraje. Transmisión de datos. Esas constelaciones de bits que producíamos los ingenieros con MatLab para que salieran por las antenitas con sus patrones, sus cálculos, sus parámetros… y, después, ¡existía en la realidad! ¡En el laboratorio se podía ver una pantallita con una señal ondulante! Y veinte mil cosas más que cada vez que echo la vista atrás, a la estantería donde tengo los apuntes, pienso “Qué hijos de puta habéis sido conmigo, pero qué arte tenéis, cabrones”.

Me he ido a años-luz (imposible tenerlo más a huevo) del tema original del post. Supongo que es por la fascinación que me han provocado estos libros tan interesantes. Y supongo también que voy a seguir leyendo cosas sobre el tema, porque algo que ha demostrado la física en los últimos años es que esto no para, que los avances se siguen dando. No hace mucho ya obtuvimos la primera “foto” de un agujero negro”, que confirmaba gran parte de lo hablado en las conferencias de Hawking y en las teorías de principio de siglo XX. Y pocos años antes, el Bosón de Higgs. Pues eso, que no para.

Termino así este articulo sobre los libros de física que he leído en este último mes, sabiendo muchísimas cosas nuevas y en profundidad, pero con nuevas inquietudes que, seguramente, se resuelvan alguna vez gracias a físicos como Stephen Hawking. O tal vez no, como él mismo decía.

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