Conmemorando el 337 aniversario de la muerte de Don Miguel Mañara, hoy vamos a realizar una "visita" al Hospital de la Santa Caridad y vamos a conocer un poco más al Venerable sevillano.

La visita que vamos a comentar hoy no está realizada con ninguna empresa turística ni cultural, fue por darme un paseito por el Arenal y descubrir el Hospital de la Santa Caridad, que llevaba mucho tiempo deseando conocerlo y que por motivos profesionales no podía hacerlo. Pues ya, por fin, lo conocí. Y vaya si me ha maravillado... me dejó con la boca abierta.

Hoy quería contar qué podemos encontrar en su interior, qué historia contienen sus muros y cómo podemos visitarlo:

Sin duda, el Hospital crece de manera considerable con Miguel Mañara como Hermano Mayor, pero se tiene conocimiento de la hermandad de la Santa Caridad desde 1456, con la muerte de Don Pedro Martínez de la Caridad.

La hermandad tenía la finalidad de acompañar al patíbulo a los condenados a muerte para darles el consuelo de la fe y hacerse cargo de sus cuerpos, así como dar sepultura a los cadáveres ahogados en el río o fallecidos en las frecuentes epidemias de la época.
Pincha en la imagen para leer bien el escrito.
El 10 de diciembre de 1662, Miguel Mañara ingresa como hermano en la Caridad, transformándola y dándole un impulso que sigue siendo fundamental aún, después de casi 400 años. La entrada a la Hermandad no está falta de leyendas, puesto que se decía en la Sevilla de la época que don Miguel era una persona díscola y de poca moral. Pero tras el fallecimiento de su mujer y de varios de sus familiares, ve que todo se reduce a la muerte, que la gloria en vida es vanal, por lo que se entrega y dedica a la Caridad para el resto de su vida. Esto no deja de ser una leyenda, muy promovida por el mito de Tirso de Molina de "Casanova" o Don Juan Tenorio.

Lo que sí sabemos con certeza es que Miguel Mañara transforma las funciones de la Hermandad de la Santa Caridad llevándola de ser una institución que conforta a condenados y recoge cadáveres para darles cristiana sepultura, a ser una hermandad que se ocupa de los más necesitados. Interesante el hecho de crear una "fogata" para que por las noches, todos los pobres de la ciudad pudieran sobrevivir al frío. Aún sigue siendo un lugar de acogida para ancianos y personas sin hogar.

La relevancia artística del lugar recae en los numerosos cuadros de Murillo, robados por el General Soult en la guerra contra Francia, en las obras de Valdés Leal y en el impresionante retablo de Pedro Roldán.

Todas las obras están relacionadas con la Caridad, la misión fundamental de la Hermandad de acoger al pobre, curar sus heridas, darle alimentos, saciar su sed y darle sepultura, como hicieron José de Arimatea y Nicodemus con Jesucristo, Santa Isabel curando a los tiñosos, Abraham con los tres ángeles viajeros, Jesús con el paralítico, la parábola del hijo pródigo, San Pedro liberado por el ángel... Pueden ver los cuadros mejor pinchando sobre las imágenes:

Arriba: La liberación de San Pedro, de Murillo. El original está en el Hermitage de Rusia. Abajo: Santa Isabel curando a los tiñosos, de Murillo.




Arriba: Abraham y los tres ángeles, de Murillo. El original está en Canadá. Abajo: San Juan de Dios ayudando a un enfermo.

Arriba: El retorno del hijo pródigo, de Murillo, el original está en Washington.

Arriba: La curación del paralítico, de Murillo. El original está en Londres. Abajo: Retablo del Santo Cristo de la Caridad, de Pedro Roldán.

Retablo de San José, de Bernardo Simón de Pineda. Cuadro superior: San Juan Bautista de niño, de Murillo.

El milagro de los panes y los peces, de Murillo.

Retablo de la Virgen de la Caridad, de Bernardo Simón de Pineda.

Moisés haciendo brotar agua de la roca, de Murillo.

La exaltación de la cruz, de Valdés Leal.


Las dos obras más lúgubres, justo a la entrada de la iglesia, son dos cuadros de Valdés Leal que impresionan más por su mensaje que por su frialdad con la muerte. In ictu oculi (en un abrir y cerrar de ojos) y Finis Gloriae Mundi (el fin de las glorias mundanas), nos recuerda que cuando la muerte llegue, todo lo demás será absurdo y que nada permanecerá. Una idea muy barroca de la vida que se impregna duramente en la mayoría de las obras de la época.

Finis Gloriae Mundi, de Valdés Leal.


In Ictu Oculi, de Valdés Leal.










No soy ningún entendido de arte, por lo que prefiero remitir al lector a cualquier libro o búsqueda en google, que profundizar en conocimientos de los que sólo tengo ligera percepción por haber escuchado o leído algunos detalles en obras que haya conocido en mi vida. Sigamos paseando.

Por el Hospital se puede disfrutar de un paseo por sus patios. Les tengo que confesar que durante unos minutos, como dije al principio de este texto, maravillado por el sitio y las obras artísticas de la iglesia, tuve que sentarme en el patio de los rosales, donde se alza una columna con un busto de Miguel Mañara, rodeada de macetones con Rosas que fueron plantadas por el Hermano Mayor, hace ya más de 350 años. Me senté, disfruté del olor del patio, del ruidillo que hacía una fuentecita de agua en el suelo del patio de al lado, y comencé a pensar. Solo eso, pensar.



Si no han ido nunca, les recomiendo que vayan. ¡Qué digo! Les obligo que visiten el Hospital de la Santa Caridad, que conozcan sus obras, su historia y que se empapen de un lugar maravilloso que, en otro tiempo, no fue tan maravilloso, aunque sí lleno de bondad y caridad con el prójimo.

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