Adiós, imbécil. Adiós puerta oxidada, chirriante y pesada.
Tú, que en tu interior arruinaste la juventud de muchos y
alzaste en semidioses a quienes nunca salieron de una biblioteca o de detrás de
su mesa. Tú, que aterrorizaste por cada Navidad o verano con no dejar salir a
nadie. Tú, que has visto pasar a genios hundidos por delante de tus pomos y
nunca te ha importado, ni te has molestado en darles una vida digna. Tú, que
saboreas cada derrota de tus esclavos y cierras rápido tus hojas para que el
viento no entre y deje refrescar la mente de quien desea la libertad. Tú.
Absurda condena de quien ama el progreso y la tecnología.
Ahora ya no eres tú. Ahora ya eres otra. Ahora te quedas
siendo una puerta oxidada y caducada, que intenta modernizarse aunque le sobren
abuelos en su interior, atemorizando con historias antiguas y ridículas de cómo
asustaban a otros genios.
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