Hay dos artistas que me gustan mucho del Barroco... Puede que empezar un post de esta manera sea tela de pedante. Pero yo soy así y me tenéis que respetar.
Tampoco es que conozca a demasiados, aunque el Barroco, por aquello de la imaginería cofrade, lo "manejo" más o menos. Pero no soy ningún erudito, eso está claro. Sin embargo, de estos pintores de los que voy a hablar, soy capaz hasta de identificar sus obras.
La Crucifixión de San Pedro. Yo, cuando le dije a mi abuela que en navidades pasaba 15 días con mi padre y 15 con mi madre.
El primero es Pedro Pablo Rubens, cuyo nombre podría ser perfectamente de un chavalito de las Tres Mil Viviendas o del Polígono Norte. Er Pablo Ruben, sin tilde en la "e". 
Con ese señor tengo la absoluta certeza de que se inspiraba en mis ancestros para crear sus pinturas. Los personajes que aparecen en sus obras son rechonchitos, más bien metiditos en carnes, y de piel clarita. Hombre, algunos llegan a ser mórbidos, que tampoco estoy yo así. El tema de la piel clarita no; por parte de padre, tengo ascendencia cubana, no soy mulato, coño, pero tampoco puedo esconderme delante de una pared blanca. A ver, es cierto que me encantaría asemejarme más a los modelos clásicos; con unos abdominales como la pila donde mi abuela hacía la colada y unos bíceps como para poder raptar a las sabinas que hicieran falta yo solo... Pero, aceptémoslo, ser modelo de P. P. Rubens tampoco está mal. Además, era flamenco. Ele. Sirva como ejemplo la siguiente captura de una de sus obras:

Diana y Calixto. Imagen de Wikipedia. Todas desean más una pizza mediana del Dominos y un helado del Rayas que un polvo con un Dios mitológico.

No contento con ello, el segundo artista, considero que, directamente, es antepasado mío. Vamos, estoy segurísimo: Caravaggio. Así podría explicarse mi pasión por Italia y su cultura. Pues mi abuela de Alcosa, la abuela Ángeles ("la Angelita", según mi hermana) es una reencarnación del genio italiano.
Las obras de este pintor rozan la tragedia, muestran el horror, el dramatismo más profundo y lleva al ser humano a lo más bajo para que se replantee por qué estamos aquí. Como mi abuela.

Mi abuela Ángeles nunca fue amante de fiestas ni reuniones, pero te llama para avisarte de que está a punto de desheredarte por no ir a verla más a menudo. Es capaz de convertir cualquier noticia del telediario en un lienzo sangriento. Por ejemplo, las manifestaciones en Cataluña las pintaría como "El rapto de las sabinas", aunque del autor francés Poussins, también barroco. Podéis pinchar en todo lo subrayado, para poder ver las obras con detalle.

Mi abuela Ángeles es capaz de pintar un cuadro como Judith y Holofernes contándonte lo que sintió cuando la ofendiste la última vez que discutiste con ella.

Judith y Holoferne. Cuando le dije a mi abuela que no quería más naranjas de postre y se puso histérica con que "no comes ná con la mierda de la gordura".

Mi abuela Ángeles domina los puntos de luz en la casa como ya lo hacía el italiano de brocha fina; puede mover cortinas y persianas los grados exactos que hacen falta para ahorrar en luz, "que está mu cara", e iluminar la salita lo suficiente como para ver al invitado, mientras ella se esconde en la oscuridad. Me he quedado a comer en su casa días en los que llegué a sentirme como San Mateo con su vocación.

La vocación de San Mateo. "Tú siéntate ahí, que ya pongo yo la persiana pa que no te dé el sol, pero que se vea. Dale a la luz, Alejandro, que no hace falta".

Este año murió mi abuelo. Sí, el subteniente Pino del que hablé (escribí) hace poco. Así que imagínense ustedes el nivel de dramatismo navideño que tendremos esta Nochebuena. Qué no será capaz este año sin mi abuelo escuchando a Felipe VI, el señor que firmó mi diploma universitario. Mi abuela, esta Nochebuena, se mea en El Martirio de San Mateo, en la Conversión de San Pablo, en La Crucifixión de San Pedro, en El Entierro de Cristo, en el Juicio Final de Rubens y hasta en el del techo de la Capilla Sixtina.

Podríamos analizar, para profundizar un poco más en su "vida y obra", algunas de sus pinceladas recientes:

"Pa' qué vamos a cenar juntos, si no hay ná que celebrar". Óleo sobre lienzo. Llevo treinta y dos navidades junto a ella, sin celebrar más que el discurso del Rey y dice que ya no se celebra más. Coño, ¿qué vas a quitar? ¿el caldito de la cena?

"Yo este año no he comprao ná por Reyes, así que aquí no tenéis que venir pa ná". Hoja derecha del Díptico "invitación barroca del desastre y el desasosiego anticonsumista".
"Si acaso, le compro algo a la Paula, que el año pasado se me olvidó regalarle algo". Hoja izquierda del Díptico. Interesante observar el sentido del horror vacui ante el compromiso y la justicia en la familia.

En fin, que cada uno celebre las fiestas como le dé la gana. Que yo lo celebraré también con quien me dé la gana a mí. Lo que pasa es que yo no tengo tiempo para dramas. Stop dramas. Ni para montármelos por mi cuenta y riesgo. Así que me reúno con los que verdaderamente quieran compartir una mesa y un plato de gambas -ahora dicen que el cadmio de las cabezas es malo, como si no hubiéseis chupao cabezas peores-.
Por eso, este año, que estoy más gordo pero igual de guapo que siempre -como me recordará el exponente barroco alcosiano-, intentaré contarle un chiste a mi abuela, de esos que me pide que le cuente, porque "el Alejandro es que tiene unas ocurrencias...". Y, sin que se dé cuenta, alzaré una lonchita de jamón por ese viejete que decía lo de "al Alejandro le sigue gustando más el jamón crudo que la calabaza bien guisaita". Cada uno hace sus homenajes como quiere. Igual que cuando mi abuela prometió al Señor del Gran Poder que, si mi hermana se curaba de una extraña psoriasis que tuvo, "la Paqui vendría todas las tardes a rezarte". Con dos cojones. Como Banega en el centro del campo, repartiendo balones.

Al final va a resultar verdad lo que decía mi mujer: "tu abuela es que es una artista". Sí, Caravaggio.

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