Cuando a penas tenías un mes, Abraham Paz tiró un penalti a lo "panenka" y cerró el ascenso del Cádiz CF a Primera División, a saber después de cuántos años... Encima fue en Chapín.
Aquella noche, tu madre (que también es la mía) y tu padre (que ese no es nada mío) se montaron en la moto y se fueron, cual adolescentes de instituto, a celebrar Cayetano del Toro arriba, Cayetano del Toro abajo, el ascenso amarillo. Cuando cerraron la puerta, nos miramos las caras tú y yo como dos pandas del zoo de Jerez. Y comprendimos que quella noche era nuestra, no de Víctor Espárrago ni Bezares. Tu enorme melondro se medio tambaleaba en una especie de canastillo, pero moderno, donde te encajaban para que no dieras mucho la lata rodando por el sofá. Pedimos pizza con la subvención que nos dejó mamá. El único Telepizza de todo Cádiz lo teníamos cerca, menos mal. Junto al único Mango o un Zara. Lo que tenía salir de la capital. Choque cultural que tú viviste a la inversa.

- Pues sí -te decía con un trozo ardiente de 4 Quesos chorreando en la mano-, tu madre no sabe ni dónde juega el Cádiz y ahora se va con la moto... ¡No se fía poco de tu padre! -te reíste, de esa forma que tienen los bebés de sonreír, tan parecida a una apoplegia, contrayendo la barbilla y torciendo los labios como si esperaras un cigarro o la pipa de Popeye.

Nos dejaron solos. Mi novia, en su casa. Nuestra hermana, en la de mi padre. Seguramente con cara cubista y ceño fruncido, por aquella adolescencia donde chocaron hormonas-Cádiz-instituto-noviodemamá. Te dormiste al rato. Cogí la guitarra, ahora que no estaba tu padre. A la segunda nota, abriste los ojos como un búho atento. La solté pensando que fueras a chivarte. Pero escribí en la libretita que me regaló mamá en navidades. Gran desembolso de babas en el monito amarillo ese que te ponían, que remarcaba tu papada y el chorlo tan aragonesco, que no aragonés. Ni Del Bosque.

La de Barbacoa, bien. Pero fue una lástima horrible tener que dejar un trozo de cada una. Dos medianas eran demasiado. Si supiera cómo de gordo iba a estar en unos años, me hubiese lanzado a terminarlas. De perdidos, al río. Con cada comentario que hacía de la celebración del ascenso, televisada en directo por "la nuestra", parecía como si te estuvieras riendo. A saber, con lo difícil que fue siempre escudriñar en tus pensamientos... Er beti, la Copa. Nosotros, sin Champions. Y estos, en Primera. ¿To's los tontos tienen premio este año? Indignación.

Entonces me atreví. El cinturón ese que te constreñía tenía un click muy jugoso, que hasta el más manazas como yo sería capaz de apretar, desmontando el sistema y dando libertad al preso. Lo pulsé. Y me atreví a cogerte por los brazos como una mujer desesperada o una espía se agarra a los brazos de James Bond. Me miraste mientras iba elevándote como si fueras la Copa de Europa. Yo también quería ganar algo, carajo. Lo que son las cosas. Yo no había vivido ningún título... Me miraste desde arriba. Me echaste babas. Un gapo, versión bebé. Te cogí entre mis brazos, noté tu calorcito. Me tumbé en el sofá y apoyaste tu melondro sobre mi pecho. Mi respiración hacía que subieras y bajaras al compás de una incipiente barriga cervecera. Ni un llanto, ni una mala cara. Ni siquiera esos impulsos de bebé que parecen no tener aún el control del sistema nervioso en sus brazos o piernas. Te dormiste. Mientras, yo seguía viendo pobres viejos de encías abandonadas, con sus bufandas del Cádiz roídas. Alguna camiseta del Barcelona. Me alegré de que subiera el Cádiz. Aunque solo fuera por un momento. Di un resoplido, acabé la 4 Quesos, recostado sin querer moverte, y cambié de canal. Aquello tenía pinta de ser "demasiado bonito". Y me dio la sensación de que iba a durar poco... Y anda que yo me iba a equivocar, pisha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario