Me hubiese gustado vivir en el Capri de la antigüedad; en la época de los romanos, por ejemplo, aunque Tiberio me confundiera con uno de sus "pececitos" y me sodomizara; merece la pena.

Capri te explica lo que es una isla. Ahora es una amalgama de tiendas de lujo que conforman una calle disfrazada de sendero, que empieza en la plaza central y llega hasta el puerto. Dos niveles en una isla en la que notas que nunca estarás en el de arriba. Capri, como muchos pueblos de la costa amalfitana, es una Vejer de la Frontera, pero 5 estrellas. Sin embargo, a Capri no se le puede quitar nada, ni cambiarla; es como si pretendes quitar las teclas negras a un piano, nunca sonará igual.


 

Hay turistas que se comportan como los bebés y, de los regalos, se quedan con el papel que los envuelve. Capri es un monumento natural ya de por sí; llegar en barco es la primera atracción de la isla. Un puerto extraño en el que se mezclan redes y barcas de madera para salir a faenar con yates y marineros vestidos como botones de hoteles deluxe; colas de foráneos cargados con bolsas de algo que atestigüe su presencia; la piedra vieja del muro en el muelle, llena de verdín; a falta de playa, hay quien saca su silla de tela y se sienta a tomar el sol, mientras mira de arriba abajo los modelos extranjeros; y más de un jubilado con gorra de capitán, pero que pocas veces vieron montarse en barco. La luz es distinta a la que hemos dejado en la península y el mar es diferente. Capri es el susurro de un olivo hablando a un limonero.

Escenario de anuncios de colonia, retiro espiritual de Gorki y el paraíso para el que en la posguerra todavía tenía para gastar; el americano de bigotillo fino, camisa de lino o estampada, pantalón corto, canas recortadas en una cabeza muy rectangular y un cigarro fumado con cierta ambigüedad, como si no ubicara su sexualidad si en la isla o en la península.

Capri es una siesta a media tarde. Conseguir esconderse de la masificación de turistas tiene premio, aunque el precio no está al alcance de todo el mundo. Por eso es la isla del emperador y no de plebeyos; a los plebeyos los llevaban para sodomizarlos. Y hay muchos plebeyos a los que les encanta decir que han comprado algo en Capri, que es casi lo mismo que presumir de haber sido sodomizados.

Ya no puedo seguir escribiendo artículos sobre la costa amalfitana, ni de sus pueblos, de momento, porque alguno tiene que quedar para el libro de relatos que estoy preparando... así que, paciencia y ya hablaremos de eso del libro de relatos más adelante...

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