Para los que somos ochenteros y, para más inri, una mijita frikis, cada vez que escuchamos “fantasía” o algo relacionado, pensamos en –al menos yo- Atreyu y la Reina de Fantasía. La escena a oscuras de La Historia Interminable, en la que sólo están estos dos personajes, con una pequeña bola de cristal. Realmente es el niño que lee la novela, no Atreyu, pero ambos personajes se funden en uno. Según la chica, decía que era porque sólo había una persona creyendo en “Fantasía”, y el reino había ido desapareciendo poco a poco, hasta llegar a esa bolita. Había que hacer lo que fuera por recuperarlo.

Con el final de Juego de Tronos me surgen varias dudas y otras no me gusta qué tienen por respuesta.

En la presentación del libro “Atrasis vol.2” (uno de los autores colaboradores es Tomás del Rey –amigo íntimo y antiguo profesor de teatro- y, como su nombre indica es el segundo volumen, eeeergo¡ hay otro!), se comentaba la tendencia a pensar en caballeros medievales, enanos y dragones cuando se hablaba de “Fantasía”. Sin embargo, realmente no hacía falta. Simplemente, había que tener eso, “Fantasía” y poder aplicarla a cualquier espacio temporal. Eso es difícil. Reconozco que siempre he necesitado que alguien pensara por mí y me creara un mundo fantástico. Y, aun así, siempre he sido de los de “joder, eso no tiene sentido”. Por eso soy ingeniero frívolo de la Cartuja y me cuestan las películas de fantasía o ciencia ficción que se salen de los cánones del cine de la Guerra de las Galaxias o que no están basadas en una ciencia más o menos sólida. Sí, lo de manejar cosas con la mente como los Jedi puede ser bastante discutible. Pero espero que me entiendan el razonamiento en cuanto a mi “Fantasía”.


Juego de Tronos es (aunque haya terminado la serie, la obra sigue viva en sus libros, pese a que reconozco que no sería capaz de leer ninguno entero, como los de Tolkien) Fantasía. Pero no por ello la gente ha seguido creyendo en la Fantasía. Los seguidores, en su mayoría, han buscado una historia, una novela, una guerra. Pero no la Fantasía. Esos 7 reinos pueden ser perfectamente –y lo son de hecho- basados en imperios antiguos de nuestra Historia y olvidadas casas reales europeas. El descontento leído en las redes sociales sobre el final muestra a las claras que los fanáticos esperaban que todo tuviera un por qué. A mí siempre me han gustado las cosas con razonamientos, ese por qué del que hablo. Pero en la Fantasía no tienen necesariamente que tener un por qué. Ocurre, pasa y se acabó. Que se hayan llevado ocho años viendo una serie en la que se movían de un lado a otro los protagonistas con el camino de la paja –p’arriba, p’abajo y al final pa’ leche- es otra cosa. La resolución, por lo que he leído ha dejado también bastante que desear. Pero la Fantasía no es sólo un dragón arrasando  la plaza de toros de Osuna. La fantasía puede ser una ciudad cualquiera vista con la mirada de un niño. En el libro que mencionaba al principio, “Atrasis vol.2”, hay un relato –cuento- precioso en el que se cuenta cómo un niño ve dinosaurios por Sevilla. ¿Parece una chorrada? Pues no lo es. Es Fantasía. No salen las tetas de Emilia Clarke. Cierto. Pero esa Fantasía es otra. Hablamos de la Fantasía de unos pivotes que surgen del suelo separando a los habitantes de la tierra; separándolos cada vez más por culpa de esa soledad que nos encontramos sin querer –ese es el relato de Tomás del Rey-.

Respeto enormemente al seguidor de Juego de Tronos. Pero no el fenómeno fan de tener que ser seguidor de algo porque si no estás “out”. El que se vio tres temporadas o cuatro del tirón para poder alcanzar a sus conocidos o a los que ha visto en Twitter que lo siguen. Eso ni es Fantasía ni es nada. Es el charco donde queda atrapado el caballito de Atreiu. Un barrizal donde se quedan todos esos seguidores que no saben ni lo que están viendo. Juego de Tronos es la visión de una lucha de reyes a través de la Fantasía y cualquiera que intentara buscar una resolución o una explicación sólida al final, iba apañado. Yo la dejé en la 5ª temporada, cuando vi con mi chauvinismo recalcitrante los escenarios de mi ciudad.

El Cristal Oscuro, otro viaje del héroe en un mundo fantástico. No sé si encaja aquí, pero es un peliculón y tenía que ponerlo en un post de fantasía.

Dentro de los cómics y el anime hay auténticas maravillas relacionadas con la fantasía. Pero, vaya, eso sí es de raritos, ¿no? Claro. A lo mejor estamos en esas. A lo mejor seguimos con las etiquetas y nos encantan que nos etiqueten. Tanto el que se ha ido de friki comprándose todas las tacitas de las casas monárquicas en la FNAC como los que se han comprado una alfombra con el escudo de la casa Griffindor. Nos encanta que nos etiqueten, ya estamos acostumbrados a ello y lo hacemos sin pensarlo. No quiero que se degenere ni se desvíe el post más de la cuenta, pero ese tipo de seguidores no sé yo si le conviene a la Reina (¿o era princesa? Era muy chica…) de Fantasía.

Esperemos que esta legión de fanáticos que ha generado la productora HBO sirva para que los creadores de relatos como los de “Atrasis vol. 2”, se inspiren y nos transporten a otros mundos (o a este mismo, pero cambiaito) a través de la Fantasía. Y que sea interesante económicamente, porque si decayeron en los noventa las pelis de fantasía sería por algo. A cambio tuvimos americanadas de instituto hasta las cejas.

En cualquier caso, el que escribe (no al nivel de JK Rowling o de George RR Martin) sobre Fantasía, no sé por qué, pero pienso que le importa bastante poco si gana dinero  o no con lo que escribe. Supongo que será un plus. Pero esa capacidad de transportarse a través de su imaginación en la escritura le servirá para evadirse, para disfrutar y para sentirse realizado –creo que he dicho lo que a cualquier escritor le supone la literatura en general-.

Recomiendo una vez más el librito de pequeños relatos “Atrasis vol. 2” y que analicen realmente qué es la Fantasía que se está vendiendo hoy día y si vosotros mismos colaboráis ayudando a Atreiu (y su dragón Rosa, Fuyu, Fuiu, Fujur o como coño se escriba), o estáis de barro hasta las trancas.

Me gustaría terminar el post como lo haría cualquiera que cada vez que se quedaba en casa de su abuela de Alcosa veía “El peque se va de marcha” o “La Historia Interminable”, gritando: ¡¡¡ATREIUUUUUUUUUUUUUUUU!!!

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