Ribera. Río Duero.

El paseo por la ribera al anochecer. Sin duda, lo que más me gustó de la visita a Oporto -Porto- fue ese par de horas caminando lentamente y sentándome cada vez que me apetecía, mirando a la orilla de enfrente, al puente metálico de Luis II, a las luces que se iban encendiendo, al resto de transeúntes, escuchar la música de aquellos artistas callejeros que intentan ganarse dos duros entreteniendo a la gente que, como yo, disfrutaba de aquel lugar emblemático, embelesador y tan relajante. Empezar con los últimos rayos del sol veraniego y terminar con el cielo completamente oscuro, algunas estrellas que se escapan a la radiación urbana y las lucecitas de los establecimientos en la orilla de enfrente.

Oporto es una ciudad que se puede visitar en dos días. Hay quien se podría llevar las manos a la cabeza por lo que estoy diciendo, pero creo que no hace falta mucho más y se puede integrar –como yo hice- en un viaje por el norte de Portugal. Lisboa, Braga y algunas playas y pueblos de la zona pueden completar una ruta muy chula, por ejemplo esta: RUTA NORTE DE PORTUGAL.

Imprescindible visitar la enorme Praça da Liberdade, que empieza en la Avenida de los Aliados, coronada por el ayuntamiento y el monumento a Garret en un extremo y un águila imperial encima de un McDonalds en el otro, próximo a la estación de trenes. Otra auténtica maravilla. Con sólo entrar, ya puedes disfrutar de la historia de Porto en aquellos azulejos y pinturas representando la conquista de Ceuta, la batalla de Valdevez o la vida en el campo.

Iglesia del Carmo. Lateral de azulejos blanquiazules.
Casas-Palacios hay muchas, cada uno puede tener su favorita. La Iglesia del Carmen, con su pared lateral llena de azulejos blanquiazules, da luz resplandeciente a un cruce de tranvías en donde se puede coger la mítica y clásica línea 22, que recorre "de arriba a abajo" el casco antiguo de la ciudad. Es muy típico para el turista, difícil decir que se haga con calma y sin empujones. Pero apoyarte en el marco de la ventana de madera (aún siguen siendo de los antiguos) y observar la ciudad con el aire fresco acariciándote la cara puede merecer la pena. Por aquella misma zona, si volvemos de hacer la ruta entera del tranvía y nos bajamos donde mismo nos subimos (no es muy larga), podemos dar un paseo "bajando" hasta la torre de los Clérigos; visitar la supuesta librería que inspiró a J.K Rowling para sus libros de Harry Potter (con más cola, otra trampa de turistas), llamada Lelo.

Librería Lelo.
La torre es el típico mirador que nos permite ver una panorámica de la ciudad desde el cielo. Es bastante alta con respecto al nivel del río, lo que hace tener una fotografía muy buena de la orografía del terreno. Pero la considero otra trampa de turistas...
Al igual que Lisboa, es una ciudad para pasear tranquilamente, sin un rumbo claro, fijándonos en las fachadas –algunas ruinosas- que le dan un toque pintoresco a la ciudad. En algunas calles, que no sean demasiado turísticas, todavía se puede palpar el pueblo, la gente humilde y campechana que habita en aquellas casas céntricas de dos o tres plantas, pero que parecen estar a punto de venirse abajo –la gente y las casas-. Si desde la plaza del ayuntamiento se van haciendo 'S', callejeando cientos de metros a un lado y cientos de metros a otro lado, bajando poco a poco hasta la ribera del río, se puede disfrutar del Porto más profundo, el verdadero. 
Mezclamos partes turísticas con partes más escondidas, mezclamos tascas y comercios de barrio en Rua de Belomonte con Hard Rock Cafes y restaurantes lujosos para el turismo por Sousa Viterbo. Heladerías, bastantes. Yo disfruté de una muy elegante, en un lateral del centro comercial mastodóntico que hay sobre el jardín del Infante Dom Henrique. Desde allí arriba, subido al saliente que forman las escaleras, ya se ve el río atravesar edificios y el jardín cuidado lleno de adolescentes ennoviados, artistas dibujantes y un sinfín de turistas embobados.

Ahora que se acerca el buen tiempo y la fecha es más apropiada que en la que escribí la última vez, por el mes de noviembre, recomiendo que le echéis un vistazo a esta zona y a esta ciudad en particular. Merece mucho la pena. Como la francesinha, un producto típico de Porto que es mejor pedirlo para almorzar, porque la digestión de las dos o tres capas de jamón york, queso fundido, huevo, sándwich, salsa y demás podría hacerse pesada por la noche… 


 
Para los que sepan de vinos, la orilla opuesta al centro de la ciudad tiene bodegas y restaurantes en los que se pueden hacer visitas y degustaciones. En mi caso, poco lo iba a disfrutar… pero se puede ir dando un paseo cruzando el puente de Luis II.

Insisto, para terminar, en un paseo por la ribera. Pero no “porque es lo típico”, sino porque se despeja la mente. Olvida la cámara. Siéntate en uno de los muretes que hay. Pasea escuchando esa banda sonora de fondo que te regalan los artistas callejeros, disfruta de la luz. Si hace fresco, envuélvete en una sudadera, pero sigue caminando. No te pierdas una panorámica de puente a puente. Piérdete por la Rua da Reboleira, toma un café tranquilamente, sin prisas. Y mira el paisaje. Disfrutándolo.

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