Yo, ahora, me compraría una piscina y la pondría en la azotea. Porque sí. Porque me da la gana. Ya hubo alguien que lo hizo una vez y nos lo pasamos estupendamente. Pues yo, ahora mismo, iría a comprarme una. Al Corte Inglés, como la última vez. La llenaría con la manguera y, en cuanto tuviera dos dedos de agua, me metería, en bolas, cerraría los ojos, me hundiría y, al final, me reiría. Y buscaría aquel balón de la Ford tan grande que sale en las fotos. A lo mejor no era tan grande.

Me encantaría bañarme ahora mismo en la piscina, de ese material entre goma y látex, azul, que resbalaba. Porque sí, porque ahora es lo que pega y lo que me han entrado ganas de hacer. El tapón oscuro del costado, si se abre, cae todo el agua y empantana la azotea. Es mejor no abrirlo si el agua sigue limpia.

Me encantaría ir a por una piscina. Ahora y ya. Cerrar los ojos, guardar un minuto de silencio, hundirme y reírme. Porque lo habría vuelto a hacer. Una piscina, qué gracia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario